Descender, en Argentina, no es cuestión de una mala temporada, sino el resultado de pobres cosechas de puntos a lo largo de seis torneos.
Por esa razón, es difícil encontrar al culpable directo, al menos en el caso de Independiente, tanto así como pasó con River Plate en el año 2011.
A los más de cien jugadores que pasaron por el rojo en esos 114 partidos, también hay que contar a los constantes cambios de técnicos que, en distintos períodos, ocuparon el banco de suplentes rojo.
En cuanto a la gestión dirigencial, es imposible no pensar en por lo menos dos responsables máximos: Javier Cantero, actual presidente del club, y Julio Comparada, anterior mandatario, responsable de muchos desajustes y promesas incumplidas.
En lo que respecta a los hinchas, hay que admitir que la parcialidad de Independiente fue una de las más firmes a la hora de plantarse ante la barra brava, pero que al no contar con la seguridad (que sería obligación tanto de la institución como del Estado) tuvo que soportar resignadamente, la reaparición de los "dueños de la fiesta de la tribuna" en el último semestre.
En lo futbolístico, estrictamente hablando, Independiente cayó sin muchos atenuantes. No pudo consolidar una forma de juego, apenas hilvanó algunas victorias consecutivas que motivaron cierta ilusión de la mano de Miguel Angel Brindisi. Tampoco encontró en el Rolfi Montenegro al conductor que pudiera guiar al resto del equipo cuando la mano venía muy dura.
Con muy pocos argumentos de juego, en un fútbol donde dar tres pases seguidos ya muestra una superioridad importante sobre el resto, defendió mal su condición de equipo popular, haciendo una vez más, que la presión que pudiera ejercer su numerosa parcialidad, jugara en contra de sus intereses. Los nervios se notaron en la enorme cantidad de definiciones fallidas, en malos últimos pases, y por sobre todo, en la generación de juego desde el fondo hacia adelante (el pelotazo a los de arriba terminó siendo el recurso por excelencia utilizado por los diablos rojos).
Algunos (pocos) fallos adversos de los árbitros, tampoco dieron lugar a la queja de "tirar al bombo" al rojo, si perdieron tantos puntos, no fue consecuencia de los malos arbitrajes, sino de la propia impericia a la hora de manejar el balón.
Queda por delante la reconstrucción de un diezmado plantel, la búsqueda de paciencia en un torneo de cuarenta y dos partidos, y la voluntad de volver a Primera por méritos de juego, y no por empuje de la hinchada. Si Independiente toma nota de los errores cometidos tanto por Rosario Central (que debió penar tres años consecutivos en la categoría) y por River (quien si bien salió campeón, lo hizo con muy pocos puntos y mucho menos fútbol), e intenta no cometer esas equivocaciones a la hora de perder el primer encuentro (en caso de que esto suceda en las primeras fechas), tendrá por delante mucho a favor.
Es cierto que los equipos que jueguen por primera vez ante el rojo, harán lo imposible por conseguir un resultado histórico, pero el conjunto de Brindisi, deberá entender que un equipo lanzado en ataque, apoyado por su localía, también deja lugar a un juego práctico, donde deberá hacer la diferencia en base a su experiencia y calidad técnica.
Rojo, por aquellas tardes de fútbol que deleitaban a todos, incluso a quienes no somos sus simpatizantes, te esperamos pronto en Primera.
